15 de abril de 2014,
por Lunettes Rouges
por Lunettes Rouges
La visión del Bosco
(Artículo original en francés aquí)
Como a cada a uno de nosotros, creo, desde muy temprana edad me fascinaron los cuadros del Bosco (o en todo caso, los que veía entonces en malas reproducciones), por esa abundancia de personajes extraños, grotescos, monstruosos, metidos en toda clase de actividades de pesadilla, violentas u obscenas, y a menudo incomprensibles. Al ver luego, por aquí y por allá sus tablas y sus trípticos según mis visitas a los museos, los percibía entonces como conjuntos tormentosos, turbulentos, infernales, que desde el Prado al Palazzo Grimani era prácticamente imposible escudriñar con suficiente atención, desde bastante cerca, con bastante tiempo.
El Bosco, El Jardín de las Delicias, hacia 1503. Tabla central: La Humanidad antes del Diluvio (detalle). Madrid, Museo Nacional del Pradoor y la peor de las cosas. |
El gran libro sobre El Bosco que acaban de publicar las ediciones Taschen es la mejor y la peor de las cosas, pues página a página, reproducciones excelentes (entre las cuales un desplegable del Jardín de las Delicias) muestran tanto la composición general de las obras como los pequeños detalles, paisajes, resplandores del infierno, luz celeste al final del túnel, y todos los monstruos que los pueblan persiguiendo a los humanos, atravesándolos, amarrándolos, tirándolos al vacío; y no es sobre algunas de las escenas idílicas, tranquilas y paradisiacas que la mirada se recrea pues tiene demasiado afán de ir hacia el infierno, hacia las tentaciones, hacia los excesos. Y así se queda uno durante horas contemplando esos híbridos, esas quimeras, esos tormentos, sin cansarse. Una visita de museo es irreemplazable, pero tal y como son las condiciones no podríamos ver tantos detalles, y habría que ir de Lisboa a Viena y de Berlín a New Haven para ver los veinte cuadros considerados aquí como auténticos; el catálogo argumentado comprende más de ocho dibujos auténticos, como el Nido de la Lechuza (en el Boijmans), que no hay que confundir con un búho, pero bueno, no pidamos demasiado... No soy quien para dar una opinión sobre las atribuciones, un tema que fomentará polémica entre algunos; notemos que entre las obras clasificadas como pertenecientes a alumnos y seguidores en el catálogo, es decir, ocho dibujos y nueve cuadros, se encuentra el Escamoteador de Saint Germain en Laye, lo que sin duda causará descontento.
Estas extraordinarias reproducciones son analizadas, comentadas, aclaradas a través de un texto muy completo de Stefan Fischer con un capítulo especial para cada uno de los tres grandes trípticos, San Antonio, el Jardín de las Delicias y el Juicio Final. Es verdad que yo veía el lado moralizador del Bosco, el papel satírico-moral de sus cuadros, pero sin haberme sumergido en su historia lo consideraba como un original, un rebelde, un Sócrates, un "hnos Chapman", siempre listo para fustigar, caricaturar, y por lo tanto situarse al margen de la "buena sociedad" de su época; y cuán fue la desilusión, pues el estudio histórico de Stefan Fischer muestra a un pintor burgués, miembro de la cofradía más importante de su ciudad, pintor para nobles y burgueses y cuyos temas no ofuscaban a nadie. No es la peor de las cosas, pero el mito del artista rebelde, maldito, incluso herético se cayó del pedestal... Ante el Jardín de las Delicias, Erwin Panofsky confiesa su impotencia como crítico : "This, too high for my wit, I prefer to omit".
El Bosco, El Jardín de las Delicias, hacia 1503. Tabla central : La Humanidad antes del Diluvio (Detalle). Óleo sobre tabla de roble. Madrid, Museo Nacional del Prado |
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