20 de octubre de 2024, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Grace Ndiritu, The Blue Room, 2024, foto del autor |
Otro lugar de la Bienal (hasta el 5 de enero), El Museo de arte contemporáneo. Un consejo: empiecen por el tercer piso y bajan después. Ya que el último piso lo ocupa en su totalidad una instalación hermosa y enigmática de la británico keniana, Grace Ndiritu, que sigue con su proyecto Healing the Museum, curar el museo. Las obras en los museos están muertas, perdieron su vida anterior, ya no tienen el papel de ritual, religioso, curador, social, que tenían antes, ya nos son sino objetos que se ofrecen a los ojos ingratos de los visitantes. Ndiritu construyó entonces una sala grande y azul en donde están reunidas diferentes obras de las colecciones de Lyon, de la Antigüedad romana o griega al Renacimiento y al arte contemporáneo (Anna Halprin, Rauschenberg, Vito Acconci y el Living Theater), de Extremo Oriente a África (de paso podemos decir que es una lástima que el folleto de sala no explique los orígenes de las obras y que le atribuya a Tiziano una copia mal hecha en el siglo XIX) y algunas obras de la artista, pinturas y videos (entre ellas ésta y ésta de 2007). Hasta el 2012 la artista practicó bastante la divulgación de su propio cuerpo y actualmente tiene un enfoque más espiritual y formalista. Si no tenemos la suerte de participar en una experiencia chamánica, somos nosotros los que tenemos que devolverle la sacralidad al museo, y al conectarlos, devolverle la vida a aquellas Venus, a aquellas cerámicas y a aquellas telas.
Pilar Albarracin, Ballaré sobre tu tomba, I will dance on your grave, 2014, captura de pantalla video por el autor |
Y no es en los pisos inferiores que el museo se ha curado. El segundo piso, en medio de pinturas francesas o iraníes bastante banales y de recuerditos del viaje de bodas de Annette Messager et de Christian Boltanski, vemos, por suerte, obras más fuertes, puesto que más políticas. Política la frase de Latifa Echakhch grabada en la pared. Política la deconstrucción de los estereotipos españoles por Pilar Albarracín y en especial su lectura de un duo con el bailarín Andrés Marín, como una guerra entre los sexos y sus cirios que evocan Camaret. Políticas las atractivas serpentinas de rosa y violeta cursi, de la brasileña Lyz Parayso, militante transgénero que terminan siendo unas temibles sierras circulares afiladas, listas para hacer pedazos al visitante imprudente.
Taysir Batniji, Al Anqâa, El Fénix, 2024, foto del autor |
Político y sutil el trabajo del artista franco gazatí Taysir Batniji que, al lado de obras más antiguas (Disrupciones, Pasos perdidos, ID Project) vuelve al tema de las llaves: los palestinos expulsados cuando la Nakba, siempre conservaron las llaves de las casas que les robaron los colonos puesto que ingenuamente habían creído lo que los sionistas les habían dicho, que se fueran unos días para protegerse de los combates; Taysir ya había reproducido en cristal las llaves de su taller de Gaza a donde ya no puede ir; en la exposición muestra los juegos de llaves de los gazatíes que huyeron del genocidio y pone una leyenda breve sobre los dramas: bombardeos, incendios, asesinatos, desplazamientos. ¿Volverán? ¿o serán ellos también víctimas de la depuración israelí? En una sala oscura dibujó en el suelo con pintura fluorescente, el mapa de Gaza City antes de que fuera destruida por las bombas israelíes. ¿Esa luz azul es un rayo de esperanza? Un fénix que renacerá. El mapa nunca será borrado de las memorias: no olvidar jamás. Como de costumbre, un discurso conmovedor y sutil.
En cuanto al piso inferior, hay poco que decir: muchas fotos sin gran interés, una película extraña en tres partes de Omer Fast sobre el regreso de un soldado de Afganistán; una joven desnuda ante el espejo de Chantal Akerman y una extraña instalación participativa de Lorraine de Sagazan y Anouk Maugein que nos invita a depositar un objeto que recuerde un traumatismo que hayamos sufrido: muy en boga.
Guadalupe Maravilla, Disease Throwers, 2024, foto Jair Ianes |
Otro lugar importante de la Bienal, la Cité de la Gastronomía, un hermoso lugar reconstituido en el Hôtel-Dieu, con apoticario médico y homenaje al Profesor Lacassagne (grand coleccionista de pieles tatuadas). Aquí una instalación eclipsa todo el resto, la del salvadoreño Guadalupe Maravilla que creó un espacio de cuidados chamánicos. Él mismo ha sobrevivido a los peligros de su país y de Honduras, al viaje a USA y a un cancer. Es verdad que hay que esperar que el artista y sus cómplices pongan en marcha las máquinas que curan, unos gongs al unísono con los planetas, unos retablos; e incluso una mente cartesiana como la mía es sensible a ello. En otro lugar en la Cité de la gastronomía, un video hipnótico de Boltanski; la distilación de lágrimas de sal por Alix Boillot, y una evocación del místico de Lyon Allan Kardec por Delphine Balley.
Por lo demás, algunas obras en diferentes lugares, en un parqueadero, una estación de metro, el jardín del Museo de bellas artes, la Fundación Bullukian; y no fui ni al IAC, ni al Museo galo romano.
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