31 de enero de 2016, por Lunettes Rouges
Jean-Hubert Fragonard, El Momento Feliz , o La Resistencia Inútil, hacia 1770-1775, bistre sobre preparación con piedra negra realces con acuarela, 22.9x34.8cm, Museo de Arte de Filadelfia
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Dos nombres bonitos, la victoria y el honor, y dos exposiciones contrastadas de las que no hablaré sino en forma breve. (Jean)-Honoré, en efecto [pues Honoré a secas es su primo, atrevido de otra manera], murió cuando "este siglo tenía seis años" (hojas de otoño, 1831) y Napoleón ya se había más que abierto camino como Bonaparte : entonces toda correspondencia con Víctor se puede poner en duda pero no puedo impedirme verlos como dos figuras invertidas, positivo y negativo fotográfico (¿cuál es qué?), Jano.
Jean-Baptiste Charpentier, El revolcón, d'après JH Fragonard, aguatinta 2703x30cm, Musée JH Fragonard de Grasse |
Jean-Honoré Fragonard (en el museo Luxemburgo hasta el 24 de enero pasado, mucho más rico que aquí) fue, nos dice su biografía en la pared de la exposición, un hombre sabio y juicioso. Parece que su "ménage" de tres junto con la hermana de su esposa, Marguerite Gérard, es pura leyenda. Si no hay dudas en cuanto a su hija Rosalie (cuya muerte a los 19 años lo dejará inconsolable), que nació exactamente seis meses después de su matrimonio con Marie-Anne Gérard, en ningún momento se menciona a su hijo Alexandre-Evariste (pintor mediocre, él) que fue probablemente el hijo, no de la esposa sino de su cuñada, como se narra en el bonito libro de Sophie Chauveau. Entonces, admitámoslo, Fragonard fue buen esposo y buen padre, alejado de las depravaciones de su época. Su pintura, que cada cual conoce, ¿fue entonces una liberación, una escapatoria alejada de esa vida tan ordenada? En todo caso esta exposición está colmada de una sensualidad alegre, de una levedad no sin importancia y a la sombra de una dulce melancolía sobre los efímeros placeres del mundo. Frente al ambiente libertino, Fragonard es en resumen el artista que está pintando tranquilamente a una joven campesina y de repente un galán se precipita sobre su modelo y todo cambia : pasión emotiva y tumulto creativo, el pintor abraza su lienzo con el mismo ardor que el hombre a su amante (se perdió el lienzo, solo tenemos este grabado por Jean-Baptiste Charpentier).
Jean-Honoré Fragonard, Muchachas en una cama jugando con dos perros, o La levantada, hacia 1770, col. Resnick, 74.3x59.4cm |
Entonces, vemos por todas partes pieles, velos, muslos, senos, a menudo demasiado blancos, demasiado limpios, demasiado "trabajados" para ser realmente eróticos, pezones demasiado rojos para ser verdaderos, alusiones transparentes no siempre delicadas (petardos asustando a dos bellas desnudas, chorros de agua saliendo de dos boquillas que inundan a otras tres), una sexualidad algo vulgar y en el fondo bastante fría. Y esta única visión frontal de un sexo femenino, tan liso y depilado pierde todo atractivo (me parece que el reflejo fantasmal de espalda en el espejo es mucho más seductor). Si en su pintura los cuerpos se expresan de forma elocuente, a menudo los rostros no dicen nada; los sentimientos se muestran poco en lo que debería ser un himno a la alegría, las personalidades no emergen en ningún momento : ¿no seremos sino cuerpos solamente buenos para copular? Tampoco hay nada que recuerde que Sade fue contemporáneo, todo lo contrario.
Jean-Honoré Fragonard, La resistencia inútil, hacia 1770-1773, 45x60cm, Museo nacional de Estocolmo |
El interés, aparte de la pedantería escolar (como con ellos), de esta exposición demasiado bien puesta, viene de los márgenes, por ejemplo de dos curiosas traviesas disimuladas detrás de una cortina (que nos hace pensar enseguida en la cortina de Khalil Bey) tirándole pétalos de rosa (castas o metafóricas) al pasante, al mirón. Me pregunté cómo sería una mirada feminista sobre Fragonard : aquí dos obras se intitulan La resistencia inútil. En el cuadro de Estocolmo, estamos quizás ante un drama, más probablemente en un simulacro : la sirviente agarra la peluca del galán pero su cara ¿ está sonriente o tensa ? ¿ la está violando o es con su consentimiento ? El cojín blando y redondo a la derecha corresponde con el almohadón largo y curvo de la izquierda, todo eso es bastante convencional. Pero en el sumi-e de Filadelfia (arriba), se trata de un momento feliz; si en efecto la resistencia es inútil, todo ocurre según la norma : ¿ quién está por encima ? ¿ quién domina ? Posiblemente sea el que ya no resiste... Insuficiente para hablar de derechos de la mujer pero suficiente para detonar en las prácticas 'normales' de la época. Algo más, Fragonard es un enamorado de la lectura, sus cuadros están decorados con cartas, cartas de amor, también libros : que ello los incite a ustedes para que disfruten tranquilamente este libro, los Cuentos de La Fontaine ilustrados por Fragonard, que les aconsejo ojeen (con una sola mano, si fuera necesario) por aquí, por allí, 540 páginas de felicidad...
Anónimo, Esmeralda, litografía colores y goma col. Mony Vibescu |
Y ¿ Víctor ? "Entre pudor y exceso" es el subtítulo de esta pequeña exposición en la Casa de Víctor Hugo (hasta el 21 de febrero); Dagen la bautizaría "entre idealismo y priapismo" , y no se equivoca. Al contrario de Frago, la obra de Hugo, incluso cuando está habitada por la pasión, es casi siempre púdica, casta e idílica, y la moral reina como maestra aburrida. Si algunos pintores y dibujantes transponen sus personajes a universos más sexuados (como el anónimo aquí arriba), él, el par de Francia, se queda por encima de esas vulgaridades, en aguas completamente puras. Sin embargo, ¡ qué vida ! ¡ qué sexualidad desenfrenada ! ¡ qué desbordante virilidad ! Si se casa virgen a los 20 años, luego, cuántas amantes, cuántas conquistas, cuántas cortesanas a sueldo, cuántas empleadas domésticas poseídas rápidamente; un delito flagrante de adulterio, la amante compartida con su hijo Charles...; y mentiras sin fin, algunas a su mujer, muchas a Juliette Drouet. Pueden leer el libro de Henri Guillemin, Hugo y la Sexualidad (Gallimard, 1954, creo que no existe en español) : aunque el hombre público era un parangón de virtud, el hombre privado, entre cartas de amor y diario intimo codificado, no disimulaba nada, y al legar todos sus papeles a la Biblioteca Nacional, invita implícitamente a que los investigadores futuros los exploren, lo que hizo Guillemin con la paciencia de un escriba benedictino, para gran pesar de los hugólatras. Los códigos de su diario, en particular, son divertidísimos : se los recomiendo en francés...
Francesco Hayez, Escena de taller, 1825-1830 |
Tenemos entonces, por un lado escritos públicos y dibujos de Víctor Hugo, muy castos, y por el otro, su biografía eroticomaniaca y obras que deberían corresponder con sus pulsiones, pero sin ponerlas en el contexto : ¿las habrá visto? ¿Habrá escrito sobre ellas? No sabemos. Entre ellas, las más atrevidas son sin duda las Escenas de Taller -bonito eufemismo- de Francesco Hayez, que es además un pintor bastante académico, y las litografías traviesas de Achille Devéria que además lleva todos los tópicos sensuales de Gérome, de Théophile Gauthier, de Cabanel, de Chassériau : uno se creería es una exposición mediocre del Museo de Orsay... La última sala a pesar de que presenta obras buenas (de Thoma y de Böcklin, entre otras), acomete una exploración seudo-sicoanalítica de los pensamientos y sueños de Hugo :
¡ tonterías enormes ! Para resumir, a esta exposición le hace falta coherencia y la de Fragonard tenía demasiada.
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