mercredi 10 février 2016

Olympia te mira, o «¿ Quién le teme a Deborah De Robertis ? »

05 de febrero de 2016, por Lunettes Rouges




(Artículo original en francés, aquí)





Edouard Manet, Olympia, 1863 & Auguste Clesinger, Mujer picada por una serpiente, 1847




El verdadero escándalo esta ahí, en el hecho de que Olympia se atreva a mirarnos. Esa mujerzuela, hecha para que se la coman con la mirada en una vitrina, la que el cartel del Museo de Orsay les invita a venir a ver con sus hijos (26 años después del famoso cartel de las Guerrilla Girls a propósito del Metropolitan Museum), esa piel que se ofrece, deseable, pasiva que no debería tomar la iniciativa, ni venderse, y que ahora se atreve a mirarnos de frente, a los ojos, altanera, impúdica, desafiante. Es verdad que puede que un día, gracias a nuestro encanto, o más posiblemente a nuestro dinero, la poseamos, como se dice, pero no será posesión, más bien sumisión...





Deborah De Robertis, serie "Memoria del Origen" © Deborah De Robertis





No es fácil acercarse correctamente a la obra de Deborah De Robertis : demasiado ruido, demasiado escándalo, demasiado deseo, demasiado voyerismo, precisamente, demasiadas ganas de posesión, siendo que deberíamos dejarnos poseer. Es demasiado fácil contentarse admirando la belleza (indudablemente) de su cuerpo sin pensar, es demasiado fácil ver en ello únicamente la belleza narcisista, demasiado fácil indignarse de tanta indecencia en un lugar público, en suma, mirarla en lugar de escucharla. Pero es que es bien difícil deshacerse de nuestros prejuicios (en todo caso, yo), sobrepasar el desconcierto que podemos sentir ante su trabajo, es difícil poner sobre ella, sobre su palabra y sus acciones, una mirada crítica tan respetuosa, interrogativa y deconstructiva como la que ponemos sobre Courbet o Gina Pane; el estrabismo mental entre estereotipos bien anclados y trampas del deseo mal asumidas no es todavía cosa sencilla. Para no negarla, refutarla, excluirla, censurarla, se necesita una capacidad de perspectiva, de respecto, prácticamente de ascesis de la cual no estoy seguro de ser capaz. ¿He alcanzado aquí los límites de la (de mi) crítica?





Deborah De Robertis, capture vidéo " Le modèle à la caméra" © Deborah De Robertis & Marc Guillaume




Entonces, el sábado 16 de enero de 2016, penúltimo día de la exposición Esplendores y Miserias de las Cortesanas, Imágenes de la prostitución, 1850-1910  en el Museo de Orsay, Deborah de Robertis miró y filmó a aquellos que la estaban mirando. Ante Olympia, al lado de la Presidente Sabatier torciéndose ésta de deseo, pretextando una picadura de serpiente (aquí arriba también), de espalda a la primera vellosidad de sobaco de la historia de la pintura (Ninfa dormida de Théodore Chassériau, 1850), dejando en una alcoba la pose amanerada en contrapposto de Cléo de Mérode modelada en instantánea (fue el caso con la Sabatier, como lo rebelan la celulitis y las grietas del yeso en la cadera, trasladadas tal cual al mármol), y sin prestar atención alguna, a la única obra, justo al lado, de toda la exposición, firmada (co-firmada en realidad con Pierre-Louis Pierson) por una mujer, la Castiglione (siendo que, es necesario decirlo, 100% de los personajes representados desnudos aquí son mujeres), ante Olympia, decía, nosotros la mirábamos y ella nos miraba, nosotros la fotografíabamos y ella nos filmaba (y sabemos las relaciones complicadas que el Museo tuvo con el hecho de filmar o fotografiar en las salas; en todo caso estaba prohibido). 






Montaje anónimo (¿Ole Fach?) A partir de una fotografía de la performance de Deborah De Robertis ante El Origen del Mundo 




Y los guardias intentaban ocultarla, y la barrera que habían instalado delante de ella la sublimaba, haciendo de ella una obra de arte a la que uno no se podía acercar, y el Director que pronto termina su mandato de museo no venia a su llamado, él que tanto quiso jugar con el deseo y la transgresión en sus últimas exposiciones (aquí o aquí y todavía mejor, aquí), él que toleró (algunos dicen que lo invitó) a un hombre desnudo en la inauguración de la exposición Masculino Masculino, él que había demandado por exhibición sexual a Deborah De Robertis cuando, hace 20 meses, ella ya había jugado con su mirada contra nosotros, cuando, al pie de El Origen del Mundo, se había abierto un hueco que se ofrecía ante nuestro ojos como un objetivo que estuviera mirándonos : ya habíamos gritado que era un escándalo, y este hombre del arte había entonces querido reducir ese gesto artístico y político a una simple exhibición sexual. Y nosotros éramos todos a su lado, su sirviente negra. Deborah tenía en la mano un ramo parecido al que pintó Monet, y, casi olvido especificar que como Olympia, estaba desnuda. 




OLYMPIA from Deborah De Robertis on Vimeo.


Aquí está el vídeo (verán que no fui totalmente neutral...). En la prensa extranjera, entre otras, The Guardian y O Publico. Y la palma del comentario va a "Maskedavenger" en el artículo del Guardian : "I am all in favour of this woman's "right" to strip off wherever she wants (so long as, as Wellington noted, she doesn't frighten the horses)".


Fotos 2 & 3 cortesía de la artista. 


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2 commentaires:

  1. osgver@hotmail.com23 mai 2022 à 02:05

    “Que Olympia se atreva a mirarnos es el verdadero escándalo.” Más que el atrevimiento de su mirada, el elemento irruptor estaría en la alteración de situaciones convencionalmente normalizadas o establecidas. El personaje inerme desde esta condición impide ser tomada más allá de la permisión que ella establece; impone condiciones quien estaría condicionada, a merced de quien quisiera disponer de ella. Las posibilidades de tal posesión las establece ella. La condición sumisa se presenta doblemente alterada o trasgredida, el sujeto pasivo, no lo es y ¡además es mujer!

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  2. osgver@hotmail.com23 mai 2022 à 03:06

    “Es demasiado fácil contentarse con la admiración de la belleza del cuerpo de De Robertis y demasiado fácil indignarse con la indecencia del narcisismo público, en suma, mirarla en lugar de escucharla.” Ciertamente De Robertis aprovecha que los parámetros estéticos prevalentes, en su ámbito y circunstancias, le son favorables: su armonía corporal, sin descartar la edad con que todavía esquiva la fuerza de la gravedad, se lo permiten con enorme facilidad. Es muy difícil contrariar la inmediatez de la visión sobre la audición. La primera tarda en proponer cuestionamientos, la segunda además demanda respuestas ¡qué aburrición! Que De Robertis además habla —¿y si tiene voz de pito o resulta sosa?—, y piensa, tiene un discurso… ¡no gracias, la palabrería abunda y sobra por doquier! Que lo escriba para cafetearlo. La apelación a la decencia no sería un enmascaramiento de la envidia, de no tener nada a ostentar que la resignación.

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