06 de noviembre de 2014, por Lunettes Rouges
(Artículo original en francés aquí)
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Paul McCarthy, Chocolate Factory, 2014
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Después de la destrucción de su árbol de Navidad/plug anal Plaza Vendôme -un síntoma, seleccionemos 1. del desarrollo de reacciones de las comunidades y sus tentativas de censura, 2. de la impotencia virtuosa de muchas reacciones, o 3. finalmente, de la fuerza para incomodar que conserva el arte (aunque les disguste a algunos) - llena de júbilo ir a ver la instalación de Paul Mc Carthy en la Moneda (hasta el 4 de enero), entusiasmo que poco a poco le abre campo a cierto malestar, a una preocupación verdadera.
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Paul McCarthy, Plugs, 2014
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Paul McCarthy, Chocolate Factory, 2014
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Lo que impacta no son tanto los otros plugs anales inflables de la escalera (prefiero los de Tony Regazzon), sin sorpresa, sino la desviación chocolatera del lugar : contraste entre el dorado y el taller, reducción de un espacio prestigioso a una actividad industrial, paralelo evidente entre la producción de masa de esculturas de chocolate y la acuñación de piezas de moneda. Todo eso parece evidente al apuntarse en la lógica de deconstrucción de Paul Mc Carthy, dentro de su crítica simplista y fuerte de la sociedad de consumo.
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Paul McCarthy, Chocolate Factory, 2014
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Paul McCarthy, Dreamscape, 2014, vidéo
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Pero lo que más me interesó fueron ante todo las dos presencias humanas : primero la del artista, que numerosos vídeos muestran trazando eslóganes variados gritando al mismo tiempo por todo el espacio de almacenamiento, lo que introduce en esta mecánica industrial bien rodada un elemento primal, irónico, desplazado, revolucionario.
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Paul McCarthy, Chocolate Factory, 2014
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Y sobretodo las obreras/hormigas/esclavas imperturbables, vestidos y peinados idénticos, cumpliendo meticulosamente con sus tareas repetitivas : tan lejos de la realidad obrera como de la exhibición arty, no son más que robots que ni siquiera piensan. Al contemplarlas, a veces nos gustaría que una gota de sudor chispeara su frente perfecta (y entonces se acuerda uno de otra exhibición industrial mucho más violenta, mucho menos pulida y más sudorosa), nos gustaría que un chorro de chocolate caliente les provocara un pequeño grito o, al contrario que por un chorreado se chuparan los dedos con gula, nos gustaría que, torpeza o intensión, un papá Noel se rompiera o, defecto de fabricación o accidente, perdiera su plug, nos gustaría que una blusa deslizara, que se destapara una parcela de piel, que se moviera una peluca, que brillara un ojo, que unos labios dibujasen una sonrisa. Pero no hay lugar para esas fantasías/fantasmas, todo debe estar dedicado a la producción, todo debe estar perfecto. La revolución no es una cena de gala. Es bastante deprimente, en realidad ...
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