samedi 8 juillet 2017

Desvernaculizar a Walker Evans

01 de julio de 2017, por Lunettes Rouges

  
(artículo original en francés, aquí)




Vista de la exposición; al fondo : Walker Evans, Penny picture studio, Savannah, 1936


Walter Evans, que exponen en el Centro Pompidou (hasta el 14 de agosto) merecería mejor. Es una exposición bella que toma lo esencial de la obra de Evans (incluso están sus pinturas aunque no sea su mejor talento, y sus textos literarios de juventud, de cuando se creía escritor) pues hasta ahora en Francia solamente habíamos visto exposiciones parciales y temáticas (por ejemplo su trabajo para las revistas o su "confrontación" con Cartier-Bresson), y descubrimos prácticamente todos los aspectos de su obra. La cuestión que sobresale es el enfoque que impone el comisario sobre la obra de Evans; es cierto que (por lo menos desde Harald Szeemann), a un comisario se le pide que dé un enfoque particular a la obra de un artista, para aclarar y sugerir, sin importar que encuentre controversia. Pero en esta exposición se tiene a menudo la sensación de un enfoque único, que no deja la posibilidad para otra lectura y somete todo Evans a la noción vernácula, tema de predilección del comisario Clément Chéroux. No cabe duda de que lo vernáculo sea un ángulo de ataque interesante de la obra de Evans, pero ¿ debe ser el único hasta convertirse en un prisma que deforma ? ¿ Es necesario incluir la palabra "vernáculo" en cada cartel, en cada comentario en las paredes, por lo menos veinte veces (ver abajo, 5 veces en 8 lineas) ? se sale con sensación de sobredosis, con la sensación de que somos como niños sin posibilidades para reflexionar por sí mismos ni de construir nuestro propio enfoque de la obra de Evans.



Walker Evans, ¿ Christ or chaos ?, 1943



Para apoyar ese propósito único, la exposición está hiper-fragmentada en numerosas secciones pequeñas, de las cuales, algunas tienen sentido y otras se repiten de forma indebida, como para inculcar mejor el mensaje. Seamos claros, es evidente que una parte de la obra de Evans se refiere a lo ordinario, a lo cotidiano : fotografiaba las cosas de cada día, y, nos explican, le gustaba coleccionar enseñas y objetos publicitarios (le dedican una sección completa a su colección). Le gustaba también fotografiar basuras, como lo subraya Julie Jones en el catálogo; pero la ecuación basura=doméstico, popular, vernáculo, me parece excesivamente limitadora. Me hubiera gustado también, dentro de ese tema, que la fascinación de Evans por la escritura, por las letras pintadas o recortadas, no hubiera sido reducida a un interés por la enseña vernácula, sino que hubiera tenido un enfoque mas semiológico o literario (¿ qué pensar entonces de ese "Christ or chaos ?).



Walker Evans, Kitchen corner, tenant farmhouse, Hale County, Alabama, 1936


Al énfasis voluntario sobre lo vernáculo, le cuesta mucho, naturalmente, incluir todo su trabajo humano, social (y en esas secciones, la palabra desaparece, o casi) : reducir los humildes, la gente sencilla que fotografía (ya sean las famosas imágenes de la FSA, la gente del metro o los pasantes capturados en la calle) a su dimensión de personas ordinarias, es decir, vernáculas, es ignorar la dimensión social, política y de protesta de su obra. Basta con leer a James Agee*, en particular la primera versión de su texto, rechazado por Fortuna (Algodoneros), para entender que esas fotografías duras, implacables, protestarias, no pueden reducirse a un pintoresco vernáculo : el punto clave que se refleja en cada una de esas fotografías no es el rasgo humilde y vernáculo de la escoba en un rincón de la cocina (foto fantástica), es la denunciación virulenta de una situación económica injusta.



Walker Evans, License photo studio, New York, 1934



La otra dimensión que me parece se minimiza con esta lectura única es la auto flexibilidad de su obra : es verdad que cuando Evans fotografía el letrero de un fotógrafo de Nueva York o el famoso estudio de fotos de identidad (cuya presentación en papel de colgadura detrás de las rejas me parece bastante reveladora, arriba), podemos presentarlo como su interés por las vitrinas de las tiendas, tema bastante vernáculo. Implica dejar de lado el hecho de que se trata de fotografiar fotografías, de crear una mise en abyme mucho más compleja que eso. La supresión del autor (por ejemplo en la serie de los pasantes), la búsqueda de sencillez, y el uso del aparato como grabador automático e impersonal, me parecen ser temas ontológicos que hubieran merecido más atención puesto que apenas los evocan.




Vista de la exposición, cartel


Además, incluir a Erich Salomon, las fotografías de la NASA y las del champiñon atómico de Nagasaki bajo la bandera de lo vernáculo (en el catálogo pag.11), es ir demasiado lejos. Ello no impide que sea una exposición apasionante, pero les aconsejo que no lean nada de los textos de presentación y que definan su propio recorrido, yendo y viniendo, seleccionando sus temas predilectos ("profanando" el museo, si me atrevo, desacralizando la exposición para construir su propia lectura). Incluso si hay que hacer dos o tres visitas, de las cuales una sería dócil y vernacularizada, y otra mucho más humana, social y política y la tercera reflexiva y ontológica (o enfocada sobre la fotografía de letras, por ejemplo), para luego intentar una síntesis. 


Fotos 1 & 5 del autor


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