mardi 11 octobre 2016

Inhotim sin velos




4 de octubre de 2016, por Lunettes Rouges


(Articulo original en francés, aquí)






William Kentrdige, I am not me, the horse is not mine, 2008




Quedan por ver en Inhotim obras más clásicas, o en todo caso aquí las presentan con menos ceremonia. Y primero, un extraordinario políptico de William Kentridge de ocho pantallas sobre el final del constructivismo estrangulado por Stalin : excepto una pantalla con texto (la deliberación del Comité Central en 1937 sobre la exclusión de Boukharine), allí encontramos el estilo habitual de Kentridge. Trata de la Nariz de Gogol, que a veces viene a tapar los personajes, de un caballo ("I am not Me, The Horse is not Mine") y del monumento para la tercera Internacional nunca realizado. De un soldado del Ejército Rojo bailando, solo se ve la sombra : todo es ilusión. Nos hubiera gustado ver la performance-discurso de Kentridge que acompañaba esta instalación. 





Dominik Lang, The Sleeping City, 2011




Uno de mis descubrimientos (con Chelpa Ferro) en medio de este universo de artistas bien establecidos, fue el checo Dominik Lang (36 años), hijo del escultor modernista Jiri Lang, de quien algunos pudieron ver esta instalación, Sleeping City, en Venecia en 2011 : las obras modernistas del padre son puestas en escena, puestas en perspectiva, puestas en jaula o en vitrina, con una mezcla de respeto y de crueldad. Esos testimonios de un pasado glorioso ya no son pertinentes hoy, pero su alma (o su aura) subsiste, quizás una amarga nostalgia. Las dos piernas rotas de una estatua evocan a Stalin desmontado después de 1990, y un conjunto complejo de barras y celdas hace pensar en Giacometti, pero Dominik Lang sabe él mismo conjugar pasado y presente, raíces e imaginación, modernismo y futuro, no es sorprendente que Jiri Kovanda sea su mentor y amigo. 





Yayoi Kusama, Narcissus Garden Inhotim, 2009, 





Hay que citar también la magnífica instalación sonora de Janet Cardiff y Georges Bures Miller, aunque cuando, uno la ha visto y oído en una capilla gótica, la sala de concreto de Inhotim incita menos a la ensoñación. El Motet para 40 voces de Thomas Tallis, escrito en honor de la reina Elizabeth (la primera) fue también una tentativa de ese compositor católico, de expresar una sensibilidad más barroca y "romana" en una cultura en vías de anglicanización. Incluso aquí, en ese concreto blanco opera la magia y se va de uno a otro altavoz con regocijo. Otra obra impresionante : el jardín narcisista de Yayoi Kusama, un mar de bolas de acero que reflejan el cielo... o la cara del que mira. ¡Mejor que un selfi!





Miguel Rio Branco, Blue Tango, 1984




Dos obras para mencionar entre tantas otras : en el pabellón (también hermético) dedicado a Miguel Río Branco, entre muchos otros trabajos, algunos más documentales, otros se interrogan ante todo sobre la mostración, sobresale, a contracorriente, un cartel Blue Tango que muestra el juego de sombras de dos bailarines de capoeira (la capoeira, combate de oprimidos contra el opresor, lo contrario del krav maga). 






Hitoshi Nomura, Turning the arm with a movie camera, 1972




Y, mirando una exposición sobre el movimiento Gutai (en donde es una pena que la instalación roja de Yamazaki no esté accesible), una película de Hitoshi Nomura : a la izquierda, el artista ha hecho girar su cámara teniéndola en los brazos, y la mitad derecha de la pantalla muestra la imagen que obtuvo, un muy buen trabajo sobre el espacio y el tiempo. 


Bueno, Lunettes Rouges, y ¿ no hay ningún artista francés en su informe ? Es que hay solamente una en medio de todo eso, y cuando uno se acuerda de la selección del comisario para la Bienale de Sao Pablo, igualmente director de Inhotim, no es sorprendente que el artista de aquí pertenezca al mismo clan del artista de allá. Veamos, en una colina pelada, cinco parabuses... no hay mucho que decir, por desgracia, sobretodo frente al texto explicativo (dimensión mística, nomadismo cultural, psico-geografía, y me quedo corto). Pschitt, como decía Chirac...


En resumen, Inhotim me pareció un oasis utópico en donde el arte permitiría olvidar la dura complejidad del Brasil real, un agradable opio de circunstancia, y en donde se veneran las obras de arte como a ídolos, en oscuros santuarios en el fondo de templos herméticos como las pirámides. Un sueño irreal e idolatra, una concepción (política) del visitante en las antípodas de la del MASP

Fotos Kentridge, Lang y Nomura del autor.


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